diumenge, 25 de març del 2012

Deshielo en la hierba

Una vez pasados roscos de Navidad, uvas de Año Nuevo, cabalgatas Reales el frío parece pertenecer al pasado. Todo tiene su tiempo y su fin; esto lo saben bien esta noche los políticos. Llegó el fin de mi hibernación literaria ya que la deportiva todavía espera la llegada del sofocante verano.

Algunas cosas han pasado desde aquél lejano Diciembre en que mezclaba consumo y frío. Ahora los mosquitos nublan la visión al viandante despreocupado y el consumo se reduce a la sangre del susodicho a mordisco limpio de tan querido ser viviente alado. Creo recordar que no hay gozo tan magnánimo al del degustado de sangre fresca por parte del culícidos (ya el nombre posee una perfídia puntillante) como de un conocido mío al desintegrarlos con sofisticadas herramientas de aplastante tecnología. Recuerdo una vez en plena ziénaga en la estepa rusa el no poder ver la piel de mi pantorilla por la cantidad de negras bestias que allí se habían congregado, a la sazón, siendo hora de comer ciertamente.
 
Como moscas a la miel, da la casualidad de que cuando el buen tiempo nos visita, el manto de nieve se cambia por el mantel a cuadros del picnic. Desconozco las ocupaciones de las personas ociosas que a diario pueblan el vírgen césped de los parques como el Stadpark pero puedo asegurar y aseguro que a diario los parques se llenan. Lo que sí sé es que la bonita estampa blanquecina de invierno con los lagos helados deja paso a la floración de nueva fauna que crece y aparece de un día para otro.

Botellas, vasos, bolsas de plástico; residuos en general que despreocupadamente los bronceados jóvenes olvidan. En su gran mayoría se trata de estudiantes que a finales de curso volverán a sus queridas ciudades de orígen también de forma despreocupada dejando un rastro de desperdicios y, seguramente, borracheras.





Es una pena que en tan civilizado país, la gente ensucie tanto. Ayuda el hecho de que la brigada de limpieza acomete con decisión la erradicación de tal nueva flora invasora para que al día siguiente el césped sólo conviva con los árboles en floración. En algún rincón entre la maleza, el invierno todavía batalla en forma de cubito de hielo olvidado o, más tristemente, desperdiciado.
 
Como bien se sabe, estamos próximos a los huevos de Pascua y espero que estas fruslerías no me los soben en demasía hasta entonces.