diumenge, 27 de novembre del 2011

Artículos manoseados

Tanta mudanza arriba y abajo tiene al humilde servidor atareado si es que se precisa utilizar dicho eufemismo para no abordar la descripción con palabras mayores.

Entre cajas de cartón y plástico sobresale una débil barra que ya ha tenido que ser sometida a la reparación en ambos extremos con cinta de precinto y que no aguanta más de dos camisas colgadas y tres perchas vacías. Vuelta a la dura realidad de que lo barato sale caro. Así pues los abrigos y chaquetas se encuentran totalmente expuestos a la visión en una rudo desnudo innecesario. No existe el apaño ya manido de que reposen en el sofá por la inexistencia del mismo.

Digamos, pues, que uno se encuentra en un ejercicio de control y resistencia mental contra las adversidades que supone vivir en un perenne e imposible equilibrio entre la transhumancia zíngara y el ascetismo zen. Dada la temporalidad en la que vivo y la acuciante necesidad de dejarme caer en un sofá busqué por las tiendas de Maastricht. Con la excepción de las exclusivas tiendas de Avenue Céramique, no hay ya más tiendas de tresillos en todo el casco urbano. Uno debe irse a las afueras a probar suerte. Viendo que no encontraría nada adecuado y de que podría llevarme tiempo dar con el sofá que más me arropase y abrazase cálidamente en mis momentos perezosos seguí las indicaciones para darle un tiento a una tienda de segunda mano.

El consumismo desaforado en el que vivimos moldea nuestras adquisiciones así como el ciclo de vida de los productos que adquirimos. Tanto en lo que se refiere a teléfonos móviles como a la ropa, la acortada vida de los productos tiene que ver más con nuestra condición de suplir la necesidad de renovación que por la pérdida de cualidades por las que se compró el mismo. Eso sin contar con la cantidad de comida en buen estado que se deshecha anualmente como apunta Tristram Stuart y que el Banc dels Aliments pretende solventar.

Dicho ésto, también es verdad que los países del centro y del norte de Europa tienen imbuído en su cultura el arte y necesidad de reciclar más presente que en el sur. No se debe a que han evolucionado positivamente su concienciación social sino que han retomado lo que siempre ha existido. Ya nadie sabe cómo reparar nada pero sí dónde comprar ese artículo. Los mercadillos de segunda mano por lo que se ve se están poniendo de moda en Barcelona aunque desde mi punto de vista es más un happenning cool que lo que en mis alrededores se cuece a diario.

Kringloop Zuid (reciclaje sureño) se encuentra en las afueras del norte de Maastricht y es básicamente un hangar repleto de artículos de segunda mano. Una especie de mezcla de mercado de las pulgas con destellos de brocante. Pocos destellos o a veces sin brillantez alguna. Si uno necesita una mesa de comedor con su juego de sillas, aquí tendrá para escojer a buen precio. La diferencia con los sofás o colchones es que uno llega a tener una relación muy cercana con los mismos. No hablo de recuerdos y sentimientos sino de otros aspectos invisibles pero no por ello no presentes: sudor, manchas, pulgas, polvo, restos de comida y si se se tiene suerte, una sortija con diamante.Cuando uno compra un sofá se adueña de un zoo en miniatura. Otra cosa es que cobre entrada a sus amistades para su contemplación.

La primera regla a la hora de ir a comprar y no caer en el consumismo es saber lo que se quiere comprar o mirar. La tentación queda relegada al olvido momentáneo. Un sofá y, si tengo suerte, un armario ropero. Veamos ...

En la primera planta está la sección museística con cuadros originales al que acompañan marcos a estrenar.




Reside también la extensa biblioteca, electrodomésticos e ilumnación.







Gracioso aunque inservible señalización para mi cocina.


 
Como detalle de informática, estas modernas tarjetas módemse encuentran bajo llave. Desconozco si es por su abultado precio o, por tratarse de microelectrónica puntera, las protegen del polvo. Si en vez de PCMCIA estuviéramos hablando de PCI, la cosa cambiaría.



Desde la barandilla del primer piso se obtiene una vista perfecta de la inmensidad de la planta baja. Esparcidos por doquier están los sofás.





 Animado me acerqué a los primeros sofases (sofás en la jerga de los entendidos). Es sabido que la luz proveniente de los fluorescentes es mortecina. Pero no creo que toda la culpa pueda recaer en la iluminación ya que tanto la forma, confort, diseño y estampado de los tresillos distaba de lo que tenía en mente. No esperaba un Roche Bobois ni tampoco un mueble isabelino pero tampoco muebles desabridos que son carnaza de pisos de estudiantes.





 
Tampoco no encontré la utilidad para los camastros con aire hospitalario o geriátrico.

 

Ganas no me faltaron de derribar las estanterías perfectamente dispuestas para conseguir un perfecto efecto dominó.



Las bicicletas se venden sin garantía aunque a un precio ostensiblemente superior al del género con el que comparten techumbre ya que valen lo mismo que un sofá de dos plazas.


Bueno, en conlcusión que aunque había mucho de dónde escoger, nada llamaba mi atención. Ni tampoco sentí ningún impulso de llevarme a casa algún que otro ornamento navideño con el que adulcorar mi hogar.




 Qué gran tristeza que tu retrato en tres dimensiones vea pimenteros en vez que tu hogar. Aunque en mi caso, sólo vería paredes ya que sigo sin sofá.
 




dissabte, 5 de novembre del 2011

Ruido navideño

El tiempo no acompañaba, como nunca suele hacerlo en Holanda, pero desde hace una semana de forma organizada y aplicada se han instalado las luces de adorno navideño en las calles de la ciudad.

Digo que no el clima no era el mejor porque sorprendentemente estamos a unos 20 grados aún siendo principio de Noviembre. Habrá quienes les aterre el simple hecho del gasto eléctrico, otros la cursilería de su diseño, sin contar con aquellos a los que se les alegra el alma con tan tan pequeño brillo.

No caeré en la tentación de la crítica consumista, ni el tinte falso y caduco de gloria, celebración y felicidad impuesta. Con razón mi propia persona es tachada de cenizo. ¡¡Qué menos ahora que los hogares y las estufas están a punto de ser masivos generadores de tal escombro!!












La gran mayoría de gente no se percata de los cambios que acontecen a su alrededor. Ni se fijan si te has puesto la misma camisa dos días seguidos a no ser que apestes. Todo en la vida, sin embargo, tiene un límite. Parece que el ayuntamiento se ha propuesto que los vecinos se den perfecta cuenta instalando dichas guirnaldas por las calles del centro en plena madrugada con el ruido de fondo del motor de la grúa elevadora. El aderezo lo han puesto los beodos y su bocerío. Como si estuvieran en un videojuego de última generación, demostraban su poca pericia a la hora de esquivar el camión-grúa.