divendres, 27 de maig del 2011

Tortura lingüística

Acabo de llegar de realizar la prueba de nivel de holandés. Como uno puede imaginarse, aún habiendo experimentado la lectura concienzuda del manual del calentador, recibido cartas indescifrables y llamadas inquisitivas y contactado líneas telefónicas de soporte; en sólo tres meses mi conocimiento del idioma no ha evolucionado ostensiblemente más allá de gezondheid (salud para los estornudos) y tot en met maandag (hastga el lunes; muy apropiado para días como hoy).

Para poder empezar las clases necesito una evaluación de mi nivel de conocimientos de la lengua. A ello me he dirigido esta tarde sin saber la extensión del procedimiento que iba a ser sometido.

Después de una extensa exposición de mis detalles personales y profesionales ha seguido una retaíla de preguntas con trampa. Como si estuviera jugando al Trivial Pursuit, todas las preguntas eran de "Sociedad" aunque no he ganado ningún "quesito". Questiones como "Si tienes fiebre durante tres días, ¿qué haces?" o "Si a una persona de más de 60 años se le pide la documentación en la calle y no proporciona ningún documento, ¿qué sucede?" o "¿Qué curso cursa un nió de 13 años?" o "Si has ido al banco para abrir una cuenta bancaria de una empresa que acabas de crear en Holanda, ¿qué debes hacer luego?". Para la última pregunta,mi intuición me recomendaría pedir un crédito y huir del país lo más rápidamente posible.

No quieren que la gente aprenda el idioma sino que sepan los elementos esenciales de su cultura y forma de vida. Puedo entender y compartir esa voluntad pero creo que las preguntas son demasiado concretas como para que una persona pueda dar respuestas acertadas.

Para combatir tu baja autoestima en el país de acogida, te presentan unos ejercicios de lógica en los que mezclas pelotas, rayas, palaras y series numéricas. Por suerte el presupuesto no da para más que fotocopias en blanco y negro y, por lo tanto, la variabilidad de combinaciones utilizando colores está vetada.

Creyendo que eso es casi todo, te dan una lista con cuatro columnas de palabras para que las dictes en voz alta. Recordando The King's Speech cogía aire antes de pronunciar sonidos abyectos de palabras abstractas a mi entender. Las palabras van aumentando en longitud y amalgama de consonantes inmiscibles hasta llegar a eiersalade (ensalada de huevo). No es para menos los ídem que tienen en poner senda lista. Por si no fuera poco, te dan varios textos breves con frases inacabables y más te vale no pensar en el ridículo que estás haciendo, ni fijarte en las carcajadas contenidas del evaluador ni intentar entender de qué va lo que estás leyendo. Un trabalenguas, vaya. 

Uno ya empieza a sentir resquemor de haber empezado el procedimiento de iniciación al curso pero sin tener mucho tiempo para reflexiones porque ya en la mesa están unas fotocopias con textos. El primero una postal de unos holandeses con chanclas y calcetines, retostados bajo el sol parisino que dicen cosas que no me interesan y, de paso, no entiendo. El segundo texto, denso él, una descripción sobre la maquinaria (ligera y pesada) que dispone el ayuntamiento para la limpieza de las calles. Las respuestas surgen más de la intuición, de la reinterpretación de palabras y mirando dibujos que no de la asimilación del contenido mismo.

Un cuestionario pidiendo mis datos personales, prácticas deportivas, hobbies en general y otras palabras incomprensibles a lo largo de 4 caras culmina mi capacidad narrativa en holandés que es, en definitiva, nula. "¿Has respondido las preguntas en inglés?". ¿Debo responder o es una pregunta retórica?

Sin atender al deficiente nivel que dispongo, proseguimos con la prueba oral. Una conversación en la que un abuelete pide pastillas a una farmacéutica y las preguntas típicas de cuantas tomarse y cómo. Pero para ser el más listo de la clase tienes que saber responder las preguntas de la segunda prueba oral en la que te ponen una locución de la información horaria ferroviaria con eco incluído para dotar de mayor realismo al tema. Vaya, que de ser una situación verídica, seguro que cojo el tren a Groningen (nuestra Cuenca pero sin casas colgantes).

Tres sobrias preguntas sobre mi nombre (¡bien! lo he entendido), mi lugar de procedencia (
¿lo qué?) y mi dirección (!estoy que me salgo!) cierran el cuestionario con una amplia sobrisa benevolente del inquisidor.

Volviendo sobre los lomos de mi bicicleta, luchando contra el plomizo día y el presistente viento, ya no sé si tengo ganas de continuar, de aprender el idioma o promover la lengua de signos para eludir más traumas venideros.

dimarts, 24 de maig del 2011

Pecados capitales

La semana pasada trabajé en las oficinas sitas en Sloterdijk. Pensé que tendría la oportunidad de visitar por fín la regia ciudad con sus canales, bares amenizados con humo juglar o vistas de sombras con finas curvas. Otra vez será.

Me pasé los pocos días allí trabajando y quedando con compañeros de trabajo en la zona de Zeeburg. Allí, en la isla artificial de KNMS, encontré un buen lugar dónde disfrutar de una tranquila terraza y saborear deliciosos platos. La primera vez que cené en el Cafe de Zuid (extraño nombre para una localización del nordeste de Amsterdam) pude constatar que el bloque de atún (Tonijnsteak "á la Niçoise") es de los mejores que he probado. Crujiente por fuera y crudo por dentro. A saber si viene de zonas radioactivas, contaminadas por mercurio o con infiltraciones de Anisakis. Total, gran parte del mismo ya no está en mi ser.

La segunda elección al día siguiente fue la contundente Chefs style Beefburger XL; de la que tengo serias dudas de haber eliminado constatado por la regia verdad de la báscula doméstica. Tan descomunal tiene que ser tu hambre que no pude ni acabarme la mitad del cucurucho de patatas fritas. Desde que estoy en estas tierras, pensar cuando tengo hambre en las patatas fritas no degustadas en días anteriores me atormenta.

El café en sí se encuentra a escasos metros del puente que conecta con tierra 'firme'. Unas vistas de edificios rectilíneos, sobrios y con grandes incrustaciones de ventanas acompañan el curso del canal. Me imagino que no debe hacer mucho por este canal no había más que viejas fábricas o edificaciones con fecha de caducidad. Aún se conservan algunas fábricas de ladrillo envueltas literalmente por piezas arquitectónicas con profundas influencias del Tetris. Así pues, lo poco que ví de la gran urbe fue la nueva expansión urbanísica floreciente paralela a la económica.



El puente hace las veces de embarcadero de viviendas flotantes con buzones postales incluídos. No creo que me gustara vivir allí y tener que lidiar cada día con los rebeldes rizos de mi pelo.



La única tarde-noche que tuve la oportunidad de ver algo más que la Amsterdam Centraal fue al asistir a una de las fiestas festivo-benéficas del the AlphaBet Club. Gente guapa se reúne para tomar unas copas al ritmo de bailable música sabiendo que con el dinero recolectado se financian proyectos en países en desarrollo. Las animadas callejuelas nocturnas del barrio Centrum me acompañaron en mi camino al retiro. Siempre hay vida en los húmedos recovecos de esta urbe.

dijous, 19 de maig del 2011

Llamadas incomprensibles

A vueltas con el lento y tedioso proceso de aprendizaje de la lengua holandesa, el otro día reicbí una intrigante llamada pasadas las tres de la tarde. Después de presentarse, la persona llamante me comentó que estaba faltando a la cita que teníamos concertada. ¡Menuda desfachatez! Tuve que preguntar tres veces quién era y de dónde llamaba ya que no recordaba tener ningun encuentro en mi agenda.

Supuestamente tendría que haber recibido una carta en la que se me proponía una fecha para realizar la prueba de mi (nulo) nivel de holandés. Liberado del  susodicho examen para ese día resté a la espera de la segunda misiva.

En previsión de que el sistema postal pudiera fallar de nuevo por segunda vez, recibí una segunda llamada. Esta vez una atenta mujer se expresó con decisión y concreción durante un minuto sobre la nueva programación de la prueba de nivel detallando fecha, hora y lugar. Obviamente lo enumerí todo en holandés. Creo que es preceptivo que toda comunicación en referencia a los cursos sea en holandés ya que sino no encuentro otra explicación para tal obstinación idiomática.

Al final aprenderé más holandés durante los preparativos del curso que en las clases.

diumenge, 15 de maig del 2011

Pensamientos veloces

Acabo de volver de machacarme el cuerpo haciendo el recorrido que compagina la observación del bosque de cerca y el sufrimiento magno que ello conlleva.

El día ha empezado remoloneando entre las sábanas en un día en el que los nubarrones color gris fresco. Y nunca mejor dicho porque el verano que hemos estado viviendo las últimas dos semanas se ha evaporado con los vientos invernales tardíos. A la hora de comer he visto como el Ajax se hacía con el campeonato de Eredivisie en un partido en el que he visto más patadas voladoras que en todas las películas de Bruce Lee. El partido ha sido animado pero nadie conseguía controlar un balón que parecía huir de los jugadores.

Como se avecina una semana en la que no veo mucho tiempo para ir a atrotinar mi cuerpo serrano he decidido aprovechar la buena temperatura de esta tarde. No he sufrido mucho aunque ha habido algunos tramos en los que me acordaba de cosas. Y ahí quería yo llegar.

Gracias a la tradición festivo-comercial catalana de Sant Jordi,  recibí sendos libros siendo uno de ellos las notas de Haruki Murakami sobre las maratonianas jornadas que hace a diario con su calzado deportivo y walkman. En él, el laureado autor japonés hace un sumario detallado de su entrnamiento así como de lo que su mente elabora en esas jornadas multihorarias. No es mi intención batir sus marcas mensuales kilométricas ni convertirme en escritor admirado pero sí quería analizar de la misma manera que él hace mientras arrastro las bambas sin descando.

El martes pasado fui a correr con una compañera a lo largo del río. En total fue un poco de aburrimiento el recorrer en silencio unos 11km mientras ella estaba aislada en su iPhone. Lo que recuerdo que pensaba era que se me estaba haciendo muy larga la primera mitad del recorrido, que era correr media hora para luego volver al punto de origen.

Una vez hicimos el giro de vuelta, la pista empezó a moverse con mayor facilidad. Eso se asemeja con lo vivido y pensado hoy.



Cuando salgo visualizo mentalmente lo que tengo enfrente y casi me dan ganas de dar media vuelta y tirarme en el sofá. Pero por algún motivo oculto en los recovecos de mi materia gris no me detengo. Los pequeños peldaños del puente blanco me matan los glúteos. Y eso que no es más que una suave curva para alcanzar la otra orilla. 
Sé que el trayecto que voy a realizar consta de tres grandes cuestas. La primera es subir Sint Pietersberg. Llegar a la cima es un reto que machaca mentalmente ya que el recorrido no ha hecho más que empezar y uno se ve en sobremanera ultrapasado. Pero volvamos al tema que nos interesa. ¿En qué pienso? Casi todo el rato inicial me dedico a controlar la respiración y el ritmo de los pasos. Mi forma de correr quizás no es la mejor ni la adecuada. Lo que hago durante todo el recorrido es hacer largas inspiraciones y largas espiraciones. De esta manera protencio la capacidad pulmonar y reservo todas las energías posibles para el último tramo. Los retos que a la postre se superan considero que deben tener un buen impacto en uno mismo. Llegar a la cima chorreando tiene la recompensa de saber que una vez más lo he conseguido y de que en la cima uno corre en plano. Así pues, a los pensamientos recurrentes sobre la respiración, se le suman los de la preocupación de que el sudor no me escueza los ojos. Rápidamente uno entra en la húmeda área del bosque con altos árboles. Se agradece discurrir por entre sombras frescas. Uno piensa en los olores. Ya que no llevo música conmigo, no tengo ni motivaciones externas y en cambio plena consciencia de mi entorno. ME doy cuenta de cómo de firme es el terreno. De si por haber llovido recientemente los tobillos y rodillas no sufren tanto a cada paso. De la tendencia del camino ascendente. De dejar la mente en blanco. De molestarme por tener que abrir esas dichosas compuertas de madera para que el rebaño no se escape. Y en verdad este no se escapa pero el olor a  pasto digerido si se escampa y llena holgadamente mis narinas. Es mejor que correr chupando los tubos de escape pero aún así uno se plantea si respirar por la boca. Voy mirando el paisaje pero no ya no contabilizo cuanto llevo hecho o cuanto me queda. En un remanente queda la alerta de las dos cuestas todavía por cubrir pero me focalizo en respirar. Cuando deteco algún insecto que se arrastra por el suelo y lo esquivo para no acabar con su vida me planteo la cantidad de otros animales que no he detectado por estar mirando al frente. ¿Es el trote un acto criminal contra los animales?

La segunda es la subida desde Kanne habiendo descendido desde la cima, hasta llegar al castillo derruído. La cuesta tiene sus bemoles e intento mantener tanto la respiración como el rimo. Me imagino que la distancia de los pasos se reduce a una versión infinitesimal de lo que son cuesta abajo. Aún así llego a pasar cerca de las paredes derruídas del castillo. El castillo se encuentra en Bélgica y me asombra que nadie se haya puesto a arreglar tanto estropicio. Intento recordar las primeras veces que corría por allí para detectar las siete diferencias. No creo que de seguir así llegue a sobrevivir el siguiente invierno.

Hoeve de Caestert by Phernambucq


No sé de cuando es esta foto, pero puedo asegurar que desde el arco hacia la derecha no se tiene en pie hasta casi la cuarta ventana.


¿Disponéis de agudeza visual para detectar los cambios?

Bueno, llegados a este punto la senda continúa alegremente. Bueno, yo soy el que se alegra de haber superado la segunda prueba y de que el camino descienda lentamente. Pienso en qué pienso cuando, cosa que no ayuda mucho a la recopilación de pensamientos. Entonces pienso en qué voy a escribir en este blog y cómo organizar el relato de hoy. Cosa que conlleva a pensar la cantidad de tiempo que me llevará escribir dicho escrito y lo cansado que estaré como para ponerme a hacer filigranas literarias. Entonces también me acuerdo de lo que se avecina en la semana laboral y de si tengo todo preparado para afrontarlo. Básicamente se trata de tener ropa limpia y planchada para no parecer un modelo de Adolfo Domínguez cuyo eslógan fue 'la arruga es bella'. Uan cosa es tener arrugas, la otra es ser un gurruño andante.

La tercera es la rápida aproximación a la base de la chimenea de la cementera. La pista baja trepidante hasta la base de la cementera y el camino que debo coger para ascender a la cumbre de nuevo es un túnel vegetal. Ya que sigo llevando el mismo ritmo machacón no me fijo en si la subida es dura o no hasta que el camino se pone bravo. Necesito pies de gato para escalar la pared que se yergue enfrente. Casi sin evitarlo, debo respirar rápido y corto para no desfallecer. Como premio, vuelvo a las pasturas verdes que insuflan el aire de los resultados de una dieta saludable y vegetal. Ya tan sólo queda acometer el retorno por el bosque encantado. Unos esfuerzos más y divisar de nuevo los prados dónde la gente juega con sus cometas y perros.
Saludo a la gente con la que me cruzo. Reflexiono ahora la buena urbanidad que destilo cuando corro aunque no me quede un ápice de fuerzas.

Pasando de nuevo por la primera subida pero en sentido contrario aumenta mi ritmo que mantengo hasta el final. Ya sólo pienso en llegar al piso y ver cuanto tiempo he invertido.

Al final han sido 15km en 1 hora y 20 minutos lo que hace que de media haya ido a 5:33 minutos por kilómetro o lo que es lo mismo, 11.25km/h.

Como podéis ver, no son pocos los pensamientos que tengo mientras corro. Ahora bien, cuando el viernes me monté en una de las atracciones de la Sint Servaas Kermis (Festividad de San Servando).  Dominator te lleva a varias Gs de velocidad. A diferencia de la velocidad de mi trote y los pensamientos asociados, bajo el influjo de las volteretas y ver el suelo acercarse, ví el fin de mis días. Sin temor ni pavor sino como constatación de un hecho que se acercaba inexorablemente. Y es que las diferentes velocidades nos hacen pensar de manera variopinta.








Ahora a descansar y después de cenar seguir leyendo las experiencias de Murakami.

divendres, 6 de maig del 2011

Amor en tiempos benignos

Cuando el buen tiempo anima la cara de la gente, se juntan las dos mayores pasiones que más simbolizan e identifican a los holandeses. El amor por el desplazamiento sobre dos ruedas con impulso mecánico humano y el amor por la merecida recompensa por tal esfuerzo con una cerveza. O varias. Digamos que quizás la medida en Holanda no son las unidades sino las docenas.

Así pues no sorprende a ningún transehunte la situación de equilibrista circense que a la vez controla la dirección y destino de la bicicleta y la estabilidad de la caja repleta de cervezas.




Luego dicen que los chinos son expertos ciclistas pero creo que los holandeses también una simbiosis perfecta con el vehículo.

¡Por fin es viernes!

dijous, 5 de maig del 2011

Todas las reinas tienen su día

El pasado sábado se celebró, como cada año, el Koninginnedag (Día de la Reina). Podría extenderme a relatar los orígenes de dicha onomástica pero lo resumiré diciendo que los plebeyos empezaron a mostrar sus respetos a la princesa Wilhelmina (Guillermina) hace ya unos 126 años en el último día de Agosto. Hace ya más de 60 años que la fecha se movió al 30 de Abril, fecha de nacimiento de la siguiente reina, Juliana (hija de Guillermina). A ésta la siguió Beatrix (Beatriz), que fue coronada el mismo día que su madre Juliana contaba primaveras y se propuso mantener dicha fecha ya que la de su cumpleaños está en pleno invierno. Eso parece más un artículo de prensa rosa que una explicación histórica de las tradiciones actuales.

El caso es que desde entonces, el pueblo holandés se lanza a las calles ataviado de un naranja subido en su vestimenta y maquillaje entrando en lpena competencia con el Saint Patrick's Day. Así pues, la gente está por la labor de rendir honores a la reina en el trono dedicándole un día entero a la diversión sin paragón a excepción del carnaval de Maastricht.

Me monté en un tren hacia Roermond con destino a Nijmegen para visitar a unas amigas que estaban allí para la celebración y de paso pasar el fin de semana. En el nuvo tren tras el enlace en Roermond llegamos a Venlo y todo el mundo se bajó después de oir unas parrafadas por megafonía. Otra chica y yo nos quedamos sentados en el tren esperando que arrancara de nuevo hasta que vino el revisor y nos reprodujo el mismo texto en vivo y en directo. Habida cuenta de que mi nivel de holandés dista de ser fluido nos indicó que por causa del impacto de un rayo la línea estaba interrumpida entre varias estaciones y que tenía que coger el tren. Entendiendo el desembarco acontecido escasos minutos antes me sorprendió en sobremanera que nadie se dignara en comentarnos que debíamos bajarnos del tren. Tuvimos que esperar que un autobús nos recogiera para hacer el recorrido hasta la siguiente estación. El día era soleado aunque el frescor se resiste a disiparse y con ligeras brisas uno agradece cubrirse con una segunda capa.

Desde dicha estación los comvois se llenaron hasta el tope de juventud animada y dicharachera con alegres conversaciones regadas con cerveza. Eso sí, al llegar a cada estación podía ver las colas organizadas para comprar los billetes de tren. Y es que aquí aunque no haya revisores ni tornos que impidan el acceso a los andenes, la gente sigue a rajatabla las normas de urbanidad y pago de los servicios prestados. No creo que el personal de Renfe se pueda imaginar tal organización en fechas señaladas como San Juan en España.

Nijmegen es una ciudad de tamaño similar al de Maastricht que como peculiaridad tiene que es la más antigua de los Países Bajos con más de 2000 años de historia. Menos cuatro calles del centro, el resto no creo que date más allá de 1960 con altos edificios de escaso gusto arquitectónico. La ciudad se encuentra en la cima de una colina que divisa la planície por donde discurre el Waal. Normalmente en el Día de la Reina la gente saca los adminículos y trastos olvidados en los ricones polvorientos para venderlos. Habiendo empezado mi periodo de desintoxicación de comprar antiguallas en el mercadillo de los sábados, tuve la suerte de no encontrar dicha explosión de mugre en las aceras ya que fácilmente pudiera haber sucumbido. La plaza central, Grote Markt como viene siendo habitual, tiene un edificio en medio casi rozando una de las esquinas. Lo que antiguamente debía ser el ayuntamiento ahora sirve copas amenizadas con música y se llama Eet -en Drinkhuis De Waagh. A diferencia ed otras plazas de mercado que he visitado, aunque esta no es de grandes dimensiones, tiene grandes terrazas a lo largo de un lateral. El día de mercado, el paso se dificulta un poco por las estrecheces entre sillas y ropa interior colgando.









En la fortaleza que da al norte y, por ende al río, se celebró la fiesta. Más bien tenía la pinta de ser una fiesta familiar hippie (con su mercadillo de ropa étnica inclusive) en la que las gafas eran necesarias no para protegerse del sol sino de la polvareda que se levantaba. La animación no era mucha y el único plan era estar estirados en la hierba degustando cervezas y charlando ya que las actuaciones musicales no transmitían mucha marcha. Con el frescor que ya antes he mencionado acechando nuestros huesos, decididos ir al centro. En las calles del centro había algunos escenarios con o bien música heavy amateur o música electrónica exageradamente acelerada y de escaso gusto. Los indivíduos que por allí frecuentaban no se daban por aludidos  al posible baile musical propuesto y tragaban cerveza tambaleándose. Mis amigos se sirvieron de unas hamburguesas de la conocida marca que en ese día hasta pudiera tener más relevancia. Esa fue la elebración sui generis del día de la reina en la que es casi obligatorio ir a Amsterdam dónde los canales se bañan de una marea naranja.


Al día siguiente visitamos Sint-Stevenskerk (Iglesia de San Esteban) que cuenta con una techumbre de madera vista restaurada después de los bombardeos a la que fue sometida en 1944. Tanta historia y caminata por las calles del centro nos hizo hambrientos. El conocido brunch que tanto se degusta en los países anglosajones fue una bendición para nuestros ojos y estómagos aunque sobradamente calórico seguramente.



Un paseo por un parque aledaño de Kronenburgerpark para bajar tanto huevo vino bien para tener un placentero regreso a la urbe que me acoje.





Bonito detalle de la pareja (esquina inferior izquierda) que donó dinero para hacer el banco o bien que en su recuerdo se hizo dicho banco.

dimarts, 3 de maig del 2011

Entrenando con un maratoniano

En breve me iré a correr a lo largo del río Maas con un par de compañeros de trabajo. Espero que no sea comparable con lo que hice con otro compañero la semana pasada en la que nos destrozamos las piernas subiendo y bajando las lomas de Sint-Pieter.

De forma casual salió en la despedida del horario laboral que quizás practicaría algo de trote y él se propuso a acompañarme. A la hora convenida nos encontramos en la 1992 plein para partir hacia el olimpo del deporte. Fue en ese momento que me comentó que él entrena unas 3 veces por semana y que en el último mes ha hecho dos maratones. Debía haber sido sincero conmigo mismo y volver a casa a ver la tele más que intentar seguir el ritmo de un experto maratoniano.

Pasado Hoge Brug, el puente que nos dulcifica nuestra expatriación ya que nos recuerda a Calatrava, nos dirigimos a Sint-Pieter. La cuesta de bienvenida que siempre es como una bofetada fue sólo el anticipo del resto de injerencias con las que nos trató la montaña. Dimos vueltas, quiebros, cogimos senderos habitados y algunas marcas casi devoradas por la vegetación.

Y nos volvimos a encontrar con la misma cuesta. En ese momento tuvimos que decidir si proseguíamos o no con la cueta arriba o volvíamos a casa. Me preguntó cuanto tiempo creía que habíamos invertido ... ¿35 o 40 minutos? No. 31 y tan sólo habíamos hecho 5 km.

La decisión acertada quizás hubiera sido desertar pero un par de kilómetros más no nos harían daño. Pues vuelta arriba a la cima de colina (o montaña) para deambular cuesta abajo, con alguna subida, por el bosque hasta aparecer a la carretera que lleva a Kanne.

Por suerte la última parte fue relajada ya que sino no hubiera podido contarlo.

Una semana después he recibido la ruta que hicimos y que él propone que hagamos otro día. Bueno, dejémoslo por esta semana ya que ahora me voy ¡corriendo que llego tarde!