diumenge, 15 de maig del 2011

Pensamientos veloces

Acabo de volver de machacarme el cuerpo haciendo el recorrido que compagina la observación del bosque de cerca y el sufrimiento magno que ello conlleva.

El día ha empezado remoloneando entre las sábanas en un día en el que los nubarrones color gris fresco. Y nunca mejor dicho porque el verano que hemos estado viviendo las últimas dos semanas se ha evaporado con los vientos invernales tardíos. A la hora de comer he visto como el Ajax se hacía con el campeonato de Eredivisie en un partido en el que he visto más patadas voladoras que en todas las películas de Bruce Lee. El partido ha sido animado pero nadie conseguía controlar un balón que parecía huir de los jugadores.

Como se avecina una semana en la que no veo mucho tiempo para ir a atrotinar mi cuerpo serrano he decidido aprovechar la buena temperatura de esta tarde. No he sufrido mucho aunque ha habido algunos tramos en los que me acordaba de cosas. Y ahí quería yo llegar.

Gracias a la tradición festivo-comercial catalana de Sant Jordi,  recibí sendos libros siendo uno de ellos las notas de Haruki Murakami sobre las maratonianas jornadas que hace a diario con su calzado deportivo y walkman. En él, el laureado autor japonés hace un sumario detallado de su entrnamiento así como de lo que su mente elabora en esas jornadas multihorarias. No es mi intención batir sus marcas mensuales kilométricas ni convertirme en escritor admirado pero sí quería analizar de la misma manera que él hace mientras arrastro las bambas sin descando.

El martes pasado fui a correr con una compañera a lo largo del río. En total fue un poco de aburrimiento el recorrer en silencio unos 11km mientras ella estaba aislada en su iPhone. Lo que recuerdo que pensaba era que se me estaba haciendo muy larga la primera mitad del recorrido, que era correr media hora para luego volver al punto de origen.

Una vez hicimos el giro de vuelta, la pista empezó a moverse con mayor facilidad. Eso se asemeja con lo vivido y pensado hoy.



Cuando salgo visualizo mentalmente lo que tengo enfrente y casi me dan ganas de dar media vuelta y tirarme en el sofá. Pero por algún motivo oculto en los recovecos de mi materia gris no me detengo. Los pequeños peldaños del puente blanco me matan los glúteos. Y eso que no es más que una suave curva para alcanzar la otra orilla. 
Sé que el trayecto que voy a realizar consta de tres grandes cuestas. La primera es subir Sint Pietersberg. Llegar a la cima es un reto que machaca mentalmente ya que el recorrido no ha hecho más que empezar y uno se ve en sobremanera ultrapasado. Pero volvamos al tema que nos interesa. ¿En qué pienso? Casi todo el rato inicial me dedico a controlar la respiración y el ritmo de los pasos. Mi forma de correr quizás no es la mejor ni la adecuada. Lo que hago durante todo el recorrido es hacer largas inspiraciones y largas espiraciones. De esta manera protencio la capacidad pulmonar y reservo todas las energías posibles para el último tramo. Los retos que a la postre se superan considero que deben tener un buen impacto en uno mismo. Llegar a la cima chorreando tiene la recompensa de saber que una vez más lo he conseguido y de que en la cima uno corre en plano. Así pues, a los pensamientos recurrentes sobre la respiración, se le suman los de la preocupación de que el sudor no me escueza los ojos. Rápidamente uno entra en la húmeda área del bosque con altos árboles. Se agradece discurrir por entre sombras frescas. Uno piensa en los olores. Ya que no llevo música conmigo, no tengo ni motivaciones externas y en cambio plena consciencia de mi entorno. ME doy cuenta de cómo de firme es el terreno. De si por haber llovido recientemente los tobillos y rodillas no sufren tanto a cada paso. De la tendencia del camino ascendente. De dejar la mente en blanco. De molestarme por tener que abrir esas dichosas compuertas de madera para que el rebaño no se escape. Y en verdad este no se escapa pero el olor a  pasto digerido si se escampa y llena holgadamente mis narinas. Es mejor que correr chupando los tubos de escape pero aún así uno se plantea si respirar por la boca. Voy mirando el paisaje pero no ya no contabilizo cuanto llevo hecho o cuanto me queda. En un remanente queda la alerta de las dos cuestas todavía por cubrir pero me focalizo en respirar. Cuando deteco algún insecto que se arrastra por el suelo y lo esquivo para no acabar con su vida me planteo la cantidad de otros animales que no he detectado por estar mirando al frente. ¿Es el trote un acto criminal contra los animales?

La segunda es la subida desde Kanne habiendo descendido desde la cima, hasta llegar al castillo derruído. La cuesta tiene sus bemoles e intento mantener tanto la respiración como el rimo. Me imagino que la distancia de los pasos se reduce a una versión infinitesimal de lo que son cuesta abajo. Aún así llego a pasar cerca de las paredes derruídas del castillo. El castillo se encuentra en Bélgica y me asombra que nadie se haya puesto a arreglar tanto estropicio. Intento recordar las primeras veces que corría por allí para detectar las siete diferencias. No creo que de seguir así llegue a sobrevivir el siguiente invierno.

Hoeve de Caestert by Phernambucq


No sé de cuando es esta foto, pero puedo asegurar que desde el arco hacia la derecha no se tiene en pie hasta casi la cuarta ventana.


¿Disponéis de agudeza visual para detectar los cambios?

Bueno, llegados a este punto la senda continúa alegremente. Bueno, yo soy el que se alegra de haber superado la segunda prueba y de que el camino descienda lentamente. Pienso en qué pienso cuando, cosa que no ayuda mucho a la recopilación de pensamientos. Entonces pienso en qué voy a escribir en este blog y cómo organizar el relato de hoy. Cosa que conlleva a pensar la cantidad de tiempo que me llevará escribir dicho escrito y lo cansado que estaré como para ponerme a hacer filigranas literarias. Entonces también me acuerdo de lo que se avecina en la semana laboral y de si tengo todo preparado para afrontarlo. Básicamente se trata de tener ropa limpia y planchada para no parecer un modelo de Adolfo Domínguez cuyo eslógan fue 'la arruga es bella'. Uan cosa es tener arrugas, la otra es ser un gurruño andante.

La tercera es la rápida aproximación a la base de la chimenea de la cementera. La pista baja trepidante hasta la base de la cementera y el camino que debo coger para ascender a la cumbre de nuevo es un túnel vegetal. Ya que sigo llevando el mismo ritmo machacón no me fijo en si la subida es dura o no hasta que el camino se pone bravo. Necesito pies de gato para escalar la pared que se yergue enfrente. Casi sin evitarlo, debo respirar rápido y corto para no desfallecer. Como premio, vuelvo a las pasturas verdes que insuflan el aire de los resultados de una dieta saludable y vegetal. Ya tan sólo queda acometer el retorno por el bosque encantado. Unos esfuerzos más y divisar de nuevo los prados dónde la gente juega con sus cometas y perros.
Saludo a la gente con la que me cruzo. Reflexiono ahora la buena urbanidad que destilo cuando corro aunque no me quede un ápice de fuerzas.

Pasando de nuevo por la primera subida pero en sentido contrario aumenta mi ritmo que mantengo hasta el final. Ya sólo pienso en llegar al piso y ver cuanto tiempo he invertido.

Al final han sido 15km en 1 hora y 20 minutos lo que hace que de media haya ido a 5:33 minutos por kilómetro o lo que es lo mismo, 11.25km/h.

Como podéis ver, no son pocos los pensamientos que tengo mientras corro. Ahora bien, cuando el viernes me monté en una de las atracciones de la Sint Servaas Kermis (Festividad de San Servando).  Dominator te lleva a varias Gs de velocidad. A diferencia de la velocidad de mi trote y los pensamientos asociados, bajo el influjo de las volteretas y ver el suelo acercarse, ví el fin de mis días. Sin temor ni pavor sino como constatación de un hecho que se acercaba inexorablemente. Y es que las diferentes velocidades nos hacen pensar de manera variopinta.








Ahora a descansar y después de cenar seguir leyendo las experiencias de Murakami.

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