dimarts, 24 de maig del 2011

Pecados capitales

La semana pasada trabajé en las oficinas sitas en Sloterdijk. Pensé que tendría la oportunidad de visitar por fín la regia ciudad con sus canales, bares amenizados con humo juglar o vistas de sombras con finas curvas. Otra vez será.

Me pasé los pocos días allí trabajando y quedando con compañeros de trabajo en la zona de Zeeburg. Allí, en la isla artificial de KNMS, encontré un buen lugar dónde disfrutar de una tranquila terraza y saborear deliciosos platos. La primera vez que cené en el Cafe de Zuid (extraño nombre para una localización del nordeste de Amsterdam) pude constatar que el bloque de atún (Tonijnsteak "á la Niçoise") es de los mejores que he probado. Crujiente por fuera y crudo por dentro. A saber si viene de zonas radioactivas, contaminadas por mercurio o con infiltraciones de Anisakis. Total, gran parte del mismo ya no está en mi ser.

La segunda elección al día siguiente fue la contundente Chefs style Beefburger XL; de la que tengo serias dudas de haber eliminado constatado por la regia verdad de la báscula doméstica. Tan descomunal tiene que ser tu hambre que no pude ni acabarme la mitad del cucurucho de patatas fritas. Desde que estoy en estas tierras, pensar cuando tengo hambre en las patatas fritas no degustadas en días anteriores me atormenta.

El café en sí se encuentra a escasos metros del puente que conecta con tierra 'firme'. Unas vistas de edificios rectilíneos, sobrios y con grandes incrustaciones de ventanas acompañan el curso del canal. Me imagino que no debe hacer mucho por este canal no había más que viejas fábricas o edificaciones con fecha de caducidad. Aún se conservan algunas fábricas de ladrillo envueltas literalmente por piezas arquitectónicas con profundas influencias del Tetris. Así pues, lo poco que ví de la gran urbe fue la nueva expansión urbanísica floreciente paralela a la económica.



El puente hace las veces de embarcadero de viviendas flotantes con buzones postales incluídos. No creo que me gustara vivir allí y tener que lidiar cada día con los rebeldes rizos de mi pelo.



La única tarde-noche que tuve la oportunidad de ver algo más que la Amsterdam Centraal fue al asistir a una de las fiestas festivo-benéficas del the AlphaBet Club. Gente guapa se reúne para tomar unas copas al ritmo de bailable música sabiendo que con el dinero recolectado se financian proyectos en países en desarrollo. Las animadas callejuelas nocturnas del barrio Centrum me acompañaron en mi camino al retiro. Siempre hay vida en los húmedos recovecos de esta urbe.

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