dimarts, 25 d’octubre del 2011

Día ocupado

A orillas del río Maas (algunos atrevidos lo llaman mar) se encuentran los fósiles del antaño vibrante pasado industrial y agrícola que utilizaba las mansas aguas como medio de transporte. Como medio de vida.

Grandes bloques de ladrillos, vigas de madera, encuadres metálicos al albur de la climatología autóctona que, sin riesgo a equivocarme, pondría como de parte activa en la amalgama cromática que muestran las fachadas con el persistente decapado. Y entre la intensa lucha entre la herrumbre y la vegetación, una bandera pirata.


Un recuerdo literario cruza la mente dejando como residuo la impactante frase con la que Manuel de Pedrolo oxigenaba la esperanza en El mecanoscrito del segundo origen. Como le pasa a Alba, uno siente una mezcla de temor y curiosidad. Un edificio de tres plantas adyacente a tal estandarte no parece ni abandonado ni tampoco en uso diario. Hay personas dentro que al verme abren la puerta. Poco puedo imaginarme que me al cruzar la puerta como respuesta a la cordial apertura de la misma me encuentre en una hogareña estancia. Acabo de entrar en Landhuis (Señorío), perteneciente al complejo okupa de Landbouwbelang. Y me reafirmo con dicha aseveración por el simple hecho de que la decoración y diseño de su interior parece haber salido de las revistas de decoración más prestigiosas. Muy alejado queda, y sobradamente retratado, el moviemiento de misma índole por ejemplo en España, donde no hay visos de limpieza y gestión cuidada del entorno común y sobran los pósters, graffitis y las manchas de origen desconocido.

Sin entrar mucho al trapo, una de las grandes diferencias que se detecta rápidamente con respecto a sus homólogos sureños radica en la marcada concienciación social de dotar a un equipamiento inerte de vida cultural basada en la compartición y no la simple usurpación de propiedad para vivir del cuento.





Landhuis, situado en el Maas boulevar, es el mascarón de proa de la gran nave industrial que albergaba la maquinaria agrícola para pienso y grano y sus silos. Un edificio que había visto desaparecer sus suelos de madera y que ha recuperado su latir con el esfuerzo y empeño de la comunidad. Bueno, una mitad ha recuperado el aspecto de las plantas ya que la otra mitad del edificio ejerce de espacio vacío.



La planta baja dispone de una pequeña biblioteca y bar de autoservicio con un hogar curioso y bonito con una apertura de carga superior.






La reconstrucción se ha hecho de forma artesanal y usando mucha madera, que le atorga una gran calidez. Los suelos, por ejemplo, vienen de una antigua iglesia que renovaba el piso. El resto de materiales se consiguen por contactos o donaciones amistosas aunque siempre cabe la vía de la recolección monetaria para la adquisición de los restante.

 

El acceso al segundo piso se hace por unas escaleras que suben en este inmenso y alto espacio. En el primer piso se encuentra la cocina y el acceso por unas escaleras verticales al segundo nivel.






Si el valor acomete el ascenso a los cielos del segundo piso se llega a una buhardilla con la mesa que sustenta la definición de planes futuros y vista a la naturaleza envolvente. Como no puede ser de otra manera, la habitación de estudio y de toma de decisiones está protegida por una estufa holandesa.






El día en que me inmiscuyo en los quehaceres de sus habitantes es Domingo. Y aunque es día de comunión, no lo es de descanso. Landhuis abre sus puertas para que quienquiera realice actividades o tareas que bien puede ser la cocción de panecillos o de artesanía maderera.








Me llevé cuatro panecillos. La mesa, aunque bonita, no tengo dónde meterla.

dimecres, 19 d’octubre del 2011

Telita, tela

Septiembre no fue un benigno mes meteorológicamente hablando pero Octubre sí que ha desgranado algunas jornadas soleadas con cielos rasos y azuláceos. Un servidor, como los pálidos compadres de estos lares, a la mínima que el rayo de sol se dejó ver, interpuse mi piel antes de que rayo solar acariciara el suelo. Al cabo de un rato la reacción dérmica era ya de un rojizo visible sin que se pudiera discernir si el origen era del efecto de los fotones astro rey o del frío intenso en el que estamos sumidos.

Espejismos de lo que agradable que puede ser estar al aire libre ya que las nubes vuelven a ser los pobladores de los cielos que con desdén remojan los mohosos tejados y aceras. La vida, por eso, no se para y las bicicletas siguen deambulando dejando ahora un fino rastro seco en el pavimento.Y no son las esperadas manchas amarillentas o de colores vivos. Maastricht es una señora ciudad y la gente va bien vestida hasta para ir a tirar la basura. ¡Qué menos que cuando uno va en bicicleta en plena exposición pública!

Las capelinas no son de la devoción de los locales y en su haber contra las gotas malditas se escudan, nunca mejor dicho, con un paraguas. Así pues, la versatilidad en la conducción sobre las bicicletas muda en otoño-invierno con una mano plenamente destinada al manejo y recio control del paraguas. Ni que decir que los que no son duchos en tales malabarismos corren severo riesgo. Y ésto no solo por tener que controlar dos mandos a la vez, como se nos tiene acostumbrados en las extrañas pruebas de psicomotricidad (atención al minuto) para obterner el certificado médico que apoye la renovación del carnet de conducir. La lluvia, como arma arrojadiza que es, puede provenir de múltiples flancos y máxime cuando uno cambia de ruta o se le antoja pasar de una ancha avenida a una estrecha callejuela. Entonces entra otro factor que no es el de la simple orientación de la fina tela impermeable sino que versa en las artes de los esgrimistas para subyugar los ímpetus del protector pluvial cual veleta a unirse a cualquier viento que se cruce.



Entre una cosa y otra, llegar al destino seco es milagroso. Todavía lo es más que el destino no sea el hospital más cercano.

dissabte, 15 d’octubre del 2011

Camping otoñal

Hoy se celebran en centenares de ciudades por el mundo una jornada de reivindicación llamada 15-O cuyo origen parte de la #spanishrevolution de los #indignados del 15-M y del libro de cabecera Indignez vous (¡Indignaos!) de Stéphane Hessel.


A media mañana se empezada a asentar la primera tienda de campaña en Markt como primer acto visual del hastío que gran parte de la población de los países desarrollados tiene en estos días por los orígenes de la crisis económico-financiera, la falta de articulación de los poderes políticos y de los entes reguladores para atajar el problema y la nula condemna o consecuencia de los desmanes de los directivos de las entidades causantes de dicho colapso. Han pasado ya tres años desde el inicio de la quiebra y ni el modelo económico-financiero se ha modificado ni las entidades quebradas han padecido las consecuencias. Quien las está recibiendo de lleno es esa gran clase media que pueblan las economías desarrolladas. Ejemplos de artículos, libros y documentales los hay a raudales; Inside job es un buen y claro ejemplo.




Poco después ya había más tiendas de campañas y la música hace la pacifica jornada reivindicativa más lúdica y festiva. De no canalizar así la ira y rabia interior, podríamos acabar todos en como en la toma de la Bastille. Una mezcla de desdén, apatía y sumisión que aplaca a la sociedad presente de la que uno sueña que se tomaran cartas como en Fight club.










Muchas esperanzas se agolpan para mejorar un mundo demasiado desigual e injusto aunque a los manifestantes no les falta ni techo ni comida ni sus derechos son vilipendiados a diario, como así es para la gran mayoría de la población mundial que no se sumará a estas quejas ya que lo que les prima a día de hoy es sobrevivir un día más.

dimecres, 12 d’octubre del 2011

No se negocia con el arte

Aunque Maastricht no es conocida mundialmente por su fondo artístico y la amplia red museística, sí que se puede considerar una ciudad muy activa culturalmente que aparte de organizar eventos tales como el TEFAF, Musica Sacra Maastricht o Preuvenemint, propone actuaciones artísticas por toda la ciudad y durante todo el año.

Sin tener que ceñirse a las galerías existentes, el proyecto Body Talks ha inundado los escaparates de los comercios que actualmente están vacíos de las céntricas calles Brusselstraat y Grote Gracht y alrededores.



Una intervención pública alrededor de la danza y el videoarte que no deja a nadie indiferente y que transforma a los transeúntes en curiosos adictos a la pantalla.

dissabte, 8 d’octubre del 2011

El precio de un kilo de pulgas

Ya es conocida mi pasión por la compra de productos añejos, inservibles y llenos de ácaros a la par que inútiles de los mercadillos. Conocedor de la existencia del mercado semanal que ocupa los aledaños de la estación de tren los sábados, a veces dejo que mi paseo cruce los tenderetes.

A mis finos oídos llegaron nuevas de que se organizaba el Mega Vlooienmarkt MECC Maastricht, una suerte de mega mercado de las pulgas en el recinto ferial de Maastricht. Cuan mayor gozo puedo tener que saber que existe un trozo de cielo polvoriento y remendado en tierra firme ¡¡y tan cerca de mí!!

Quizás para no ser menos que el grandilocuente TEFAF, existe derecho de admisión y cobro para la misma. Eso sí, no se adjuca catálogo alguno de los horrendos enseres y desechos culturales que se amontonan en los puestos. Desconozco si el precio de la entrada se destina a beneficiencia (ayudando a la gente a desintoxicarse de semenjantes aberraciones puestas a la venta) o a la compra solidaria de parte del stock presente en caso de malas ventas (extremo perfectamente plausible). El caso es que habiendo apoquinado la cifra de 3.5€, uno reconoce que no está en un mercado sino en una especie de museo del horror o instalación artística sobre los límites del gusto humano.

He visitado varios mercadillos por todo el mundo escudriñando posibles diamantes en bruto entre mares de negrura. El reto en sí mismo no es el de encontrar algo que cobijar en tu hogar sino hasta qué extremo puede haber gente que adquiera el género en venta. En ningún caso, en cambio, he tenido que pagar entrada ya que mucho es que uno se digne a caminar entre mugre como para además pagar por ello como si la gente fuera a hacer cola.

Pues creedme si os digo que había cola en la taquilla para obtener el ansiado pase para llenar el carrito de compra. La gente aquí viene equipada para tales eventos magnánimos.

Un hangar frío, desalmado, con un hilo musical quebradizo e insonoro y largas hileras de pasto de basurero o de ejercicios anti-estrés basados en la destrucción y quebranto de cuanto se tiene al alcance. La gran mayoría de la oferta era ropa de segunda mano, complments navideños, modernas estatuillas de porcelana de temática variada,  y hasta un montador de tejados con el muestrario de tejas multicolor ad-hoc.













Un fugaz paseo ha sido suficiente para observar que de interés no había más que la salida. Y máxime después de darme cuenta de que los que más se han divertido creo que han sido los niños, ajenos a las perdiciones coleccionistas colectivas.





Como en las buenas discotèques, a la salida te puedes dejar impregnar un sello de goma tintado para seguir saciando tu debilidad más tarde o mañana. En mi caso la tinta se ha quedado en el tintero ya que tengo planes de bañarme y limpiar mi mente de nefasta experiencia.

dimarts, 4 d’octubre del 2011

Situación alarmante

Aún habiendo vivido ya más de medio año entre prados verdes, cervezas espumosas y patatas embadurnadas de mayonesa no me imaginaba que al empezar la semana tendría tal sobresalto.

Justo a las doce en punto una estruendosa sirena irrumpió en el silencio de la oficina. ¿Una fuga química? No contenta con molestar a solas, un séquito de alarmas se unió en forma coral y desacompasada. ¿Un ataque áereo?

Efectivamente. Para mantener a la población en forma, cada primer lunes de mes a las doce en punto se erradica la bucólica paz mundana con las sirenas de la defensa civil

No es un recordatorio de cuan atentos debemos estar sino una invitación a comer porque ya va siendo hora de aplacar el hambre junto con el resto de los holandeses.