dissabte, 21 d’abril del 2012

Mira a ver

Hace poco nos alegrábamos todos de poder desprendernos de los abrigos de piel y de las martas cubriendo los blancos cuellos. Blancos no porque seamos de la élite laboral, que en este país abunda en comparación con las tierras dónde mis raíces germinaron, sino por la falta de fijación de Vitamina D y de los rayos ultravioletas.

Como todo lo bueno, y lo malo, en esta vida, se acabó. La alegría duró dos días en los que el sol iluminó mi escritorio mientras escribía el anterior artículo. Desde entonces la rutina diaria se ha vuelto plúmbea, con ventisca y ayer hasta granizó. Vaya, que las terrazas no han apagado todavía los calefatores.

Y esto pasa aquí y en Pekín. ¿Cómo no va a haber el mismo clima trescientos kilómetros al Norte? En mi tránsito regular hacia la capital durante la carga del sistema operativo del ordernador portátil, cuando el artículo de prensa le hace uno reflexionar o simplemente para descansar los nervios ópticos, la mirada atraviesa las límpidas ventanas hacia los verdes prados o la congestionada indústria que se atraviesa velozmente.

Los trenes, modernos, de la red nacional de transporte (NS) son de escueto y funcional diseño como se puede observar en la siguiente fotografía.



Las vistas del interior, de segunda clase en este caso, certifican la idoneidad del diseño.



La siguiente fotografía muestra un vagón de segunda clase de las privatizadas líneas regionales a cargo de veolia.




Se podría ambas fotografías y diseños de los vagones. Empecemos, pues, el juego de las siete diferencias. O, mejor dicho, busquemos las similitudes para promover el espíritu positivo. Y en éstas, con algo de agudeza visual uno se percatará de la inexistencia de visillos. Cuando yo era pequeño, todavía el mundo era en blanco y negro, las cortinas de los trenes veraniegos rezumaban del bagaje que habían acumulado desde que fueren instalados. Esos son los intensos olores que han moldeado nuestra sociedad. Algo que podemos considerar del pretérito.

En un país en el que la probabilidad de tener un día soleado es inferior a que la selección nacional de fútbol gane a la selección vecina, la necesidad de cortina sería irrelevante. De máxima imporancia es el porvenir que se escribirá en media hora.

Así pues, en esas raras fechas históricas en que lo imposible deja de ser ficción, uno debe resistir una sesión de radiación superior a la sugerida por la OMS sin poder hacer nada al respecto. A no ser que la holgazanería impida moverse al otro lado del vagón.

 

Con lo bonito que es mirar por la ventana. Y más ahora que se ha vuelto el cielo negro y los truenos retumban.


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