dissabte, 8 d’octubre del 2011

El precio de un kilo de pulgas

Ya es conocida mi pasión por la compra de productos añejos, inservibles y llenos de ácaros a la par que inútiles de los mercadillos. Conocedor de la existencia del mercado semanal que ocupa los aledaños de la estación de tren los sábados, a veces dejo que mi paseo cruce los tenderetes.

A mis finos oídos llegaron nuevas de que se organizaba el Mega Vlooienmarkt MECC Maastricht, una suerte de mega mercado de las pulgas en el recinto ferial de Maastricht. Cuan mayor gozo puedo tener que saber que existe un trozo de cielo polvoriento y remendado en tierra firme ¡¡y tan cerca de mí!!

Quizás para no ser menos que el grandilocuente TEFAF, existe derecho de admisión y cobro para la misma. Eso sí, no se adjuca catálogo alguno de los horrendos enseres y desechos culturales que se amontonan en los puestos. Desconozco si el precio de la entrada se destina a beneficiencia (ayudando a la gente a desintoxicarse de semenjantes aberraciones puestas a la venta) o a la compra solidaria de parte del stock presente en caso de malas ventas (extremo perfectamente plausible). El caso es que habiendo apoquinado la cifra de 3.5€, uno reconoce que no está en un mercado sino en una especie de museo del horror o instalación artística sobre los límites del gusto humano.

He visitado varios mercadillos por todo el mundo escudriñando posibles diamantes en bruto entre mares de negrura. El reto en sí mismo no es el de encontrar algo que cobijar en tu hogar sino hasta qué extremo puede haber gente que adquiera el género en venta. En ningún caso, en cambio, he tenido que pagar entrada ya que mucho es que uno se digne a caminar entre mugre como para además pagar por ello como si la gente fuera a hacer cola.

Pues creedme si os digo que había cola en la taquilla para obtener el ansiado pase para llenar el carrito de compra. La gente aquí viene equipada para tales eventos magnánimos.

Un hangar frío, desalmado, con un hilo musical quebradizo e insonoro y largas hileras de pasto de basurero o de ejercicios anti-estrés basados en la destrucción y quebranto de cuanto se tiene al alcance. La gran mayoría de la oferta era ropa de segunda mano, complments navideños, modernas estatuillas de porcelana de temática variada,  y hasta un montador de tejados con el muestrario de tejas multicolor ad-hoc.













Un fugaz paseo ha sido suficiente para observar que de interés no había más que la salida. Y máxime después de darme cuenta de que los que más se han divertido creo que han sido los niños, ajenos a las perdiciones coleccionistas colectivas.





Como en las buenas discotèques, a la salida te puedes dejar impregnar un sello de goma tintado para seguir saciando tu debilidad más tarde o mañana. En mi caso la tinta se ha quedado en el tintero ya que tengo planes de bañarme y limpiar mi mente de nefasta experiencia.

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