Aún habiendo vivido ya más de medio año entre prados verdes, cervezas espumosas y patatas embadurnadas de mayonesa no me imaginaba que al empezar la semana tendría tal sobresalto.
Justo a las doce en punto una estruendosa sirena irrumpió en el silencio de la oficina. ¿Una fuga química? No contenta con molestar a solas, un séquito de alarmas se unió en forma coral y desacompasada. ¿Un ataque áereo?
Efectivamente. Para mantener a la población en forma, cada primer lunes de mes a las doce en punto se erradica la bucólica paz mundana con las sirenas de la defensa civil.
No es un recordatorio de cuan atentos debemos estar sino una invitación a comer porque ya va siendo hora de aplacar el hambre junto con el resto de los holandeses.
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